martes, 9 de septiembre de 2014

Tu razón, mi razón

Creo que no me equivoqué del todo... (me equivoqué al fin y al cabo). Tú querías vivir, yo quería morir...y me dejaste.

A medias



Lo nuestro fue un acuerdo a medias. Y digo a medias porque nunca supe de tal acuerdo. Nos mirábamos a medias. Yo miraba esos detalles tan tuyos, esos lunares y esas manos, y esos ojos en busca de un te quiero algo promiscuo. Tú mirabas de mi ese cuerpo tan tuyo también desde el principio.

Nos descubrimos a pedazos, primero en un fuerte deseo de devorar cada instante, o de devorarnos sin preocuparnos que quedaba luego de cada festín. Luego con calma por sentir, por descubrir lo que nos unía mucho más allá de todo. Encontrar que nuestra práctica había construido una teoría y hasta un examen diario que superábamos con nota. Y al final, con mucha prisa por juntar cada trozo, nos quedamos como obsoletos al ver que habíamos perdido más de la mitad por el camino. Perdí tu pieza, esa que te hacía perfecto. Tú perdiste aquella mía que me hacía única.

Se me hace raro pensar que tú ya no estés sobre aquel colchón, por lo menos no conmigo. Después de cocinar sin seguir ni una de las recetas que debíamos hacer, cuando te abalanzabas sobre mí en busca del postre, aquel tan dulce, y tan precocinado a veces. Con esa marca que podía hacer que sintiera cada latido de tu cuerpo. Aquellas tardes de aventuras, sin saber dónde íbamos a acabar ni por dónde empezar. ¿Tú recuerdas algo? Me contestarías con apenas tres palabras. De sobrado para ti, insuficientes para mí.

Mi porvenir me recuerda que debería hacer algo más por mí. Pienso comerme todo aquello que tenga que ver contigo, a ver si algo me quita este “nosequé” que me repite que una vez más, yo me quedé a medias